Escribe, Luis Quispe Cama
El día 23 de setiembre, día de la primavera, Elías, pareja de mi nieta Jenypher, llegó a casa con un cachorrito chihuahua. El pequeño contaba con dos meses de edad. Jenypher y Elías, lo alojaron en su vivienda ubicada en el tercer piso y luego lo registraron en la municipalidad del distrito de La Molina en el área que corresponde al reconocimiento de los canes. Luego sentaron la partida con el nombre de Dexter como hijo de ambos y se mantuvo en su domicilio durante un mes.
Un fin de semana procedente de Cañete, llegó a casa mi hija Norma, madre de Jenypher y abuela de Dexter.
Norma al notar que el perrito requería de mayor libertad pidió a su madre Brígida, acoger al pequeño en el primer nivel de mi casa. Mi esposa aceptó de inmediato el pedido. En un principio, no estuve de acuerdo debido al cuidado con el perrito.
El perrito Dexter desciende a mi vivienda después de treinta días de estancia en poder de sus acogedores. Los padres adoptivos armaron una caseta y un comedero en el jardín interior. Diariamente estaban atentos en la alimentación y el afecto a su mascota. Dexter retribuía ese cariño, con ademanes de aprecio a sus acogedores.
En el segundo nivel, vive mi hijo Alberto, él y sus hijos, también se encariñaron con Dexter y en efecto, diariamente descendían, para jugar con el animalito. El pequeño acogido, se había ganado el aprecio de la familia. Ahora solo faltaba ganarse mi amor.
Mi carácter introvertido, no me permitía manifestarle mi afecto, pero en lo inconsciente, ya era él en mí, la ternura. El pequeño notó que era el menos cariñoso con él, entonces instintivamente, fue buscando la forma de ganarse mi cariño.
En los primeros días, al llegar yo a casa después de mi trabajo, el perrito se acercaba a mi temeroso, en que yo lo rechace. Sin embargo, solo bastó una semana para rendirme ante él, me había conquistado. Entonces en una de esas noches lo tomé entre mis manos y pronuncié: “Dexter, ganaste”. Luego lo bajé al piso; en el acto corrió a donde se encontraba la bisabuela y le hizo una gracia, como diciéndole: ¡mi papi también me quiere!
El perrito chihuahua, con la confianza ganada; todas las mañanas se levantaba de su casita y se dirigía a mi dormitorio y con su ladrido de un bebé, me anunciaba que ya era hora de levantarse.
En hora de retorno de mi trabajo 7 de la noche, él me esperaba tras la puerta, y al ingresar yo a la sala, se prendía de mi pantalón, para luego dar saltos de alegría, entonces lo tomaba entre mis manos y le decía; ¡Gracias muchacho, por tu amoroso recibimiento!
El día 31 de diciembre, llega desde Cañete, Norma, la abuela de Dexter; cuando ella tocó la puerta instintivamente presiente que se trataba de la abuela; yo abrí, ella ingresa y el pequeño se prende de Norma y esta lo acaricia, luego se desprende y gira alrededor de ella y corre de un lugar a otro, luego da unos pasos de canguro. Norma, sorprendida por el recibimiento, lo toma entre sus brazos, demostrándole su cariño.
Ese acto, increíble, de demostración de amor a la abuela me inspiró, un afecto profundo, y dije: ¡Tengo un ángel de amor fraternal, entre el mundo de la razón y la de la sinrazón!
El día 02 de enero, de este año 2020, llego a horas 7 pm, llego a casa; el chihuahua Dexter, me esperaba tras la ventana parado, yo abro la puerta, luego ingreso; él se dirige a mi y lo tomo entre mis manos, y, le digo: ¡Dexter, eres mi engreído, luego me dirijo al sillón y ambos tomamos asiento, en el acto desciende al piso, e inicia su juego con saltos y ademanes, mientras yo sonrío entre sus gracias.
En ese momento, recordé que había olvidado fuera de la puerta una bolsa de frutas, abro la puerta y él sale corriendo, yo le grito: ¡Dexter espera! Y él creyendo que yo salía para jugar a la chapada, sale por una abertura de la verja, y en la acera me esperó y cuando yo salgo, con la intención de agarrarlo para evitar el peligro por el tránsito de los vehículos, el perrito corre hacia un árbol y allí me espera y cuando me acerco a él para atraparlo, éste escapa, rodea el árbol, luego corre y cuza la calle, en esos momentos, en que un auto se desplazaba por el jirón y lo atropella.
Él da un grito horroroso y luego sale corriendo por dentro las ruedas del auto y con el instinto aún en él, corre hacia a mí, con los gritos de dolor y clamando: ¡Padre mío, sálvame de las garras de la muerte!: Yo lo tomo entre mis brazos, implorando: “¡OH, NO! ¿Por qué mi perrito?”. Dexter aún con los gritos de la muerte, pareciera que me dijera: ¡Adiós padre mío, la muerte me atrapa! Luego fue quedándose en quietud. Ese inocente angelito dio su último suspiro, entre mis brazos.
¡Qué momento más dramático, viví en esos momentos al ver y sentir que ese pequeño inocente! Perdía la vida de esa manera. A sus cinco meses de edad. ¿Por qué ese angelito, Dios de la ternura? Dexter fue un ángel que pasó brevemente por este mundo dejando un precedente de amor e implorando: “¡Nosotros, los irracionales, también tenemos alma para amar, reír, y sufrir!”.
Confieso, que, ese escenario de dolor y muerte, de ese inocente perrito me conmovió y sentí frío en el alma, humedecieron mis ojos. Será muy difícil olvidar la terrible muerte de Dexter y en especial, su demostración de amor, al ser humano
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