lunes, 28 de diciembre de 2015

"LA PARADA"... OCUPÓ EL SEGUNDO LUGAR EN EL CONCURSO RELATOS DE MI TIERRA EN LA CATEGORÍA ESPECIAL QUE ORGANIZÓ CAÑETE +

Dante Giancarlo Velásquez Pecho, nos transporta a un fascinante mundo de lo que fue la actividad comercial en las calles de Imperial, en décadas pasadas, al que se le conoció como La Parada y que la generación actual debe conocerla. 
Réplica de una vendedora de la otrora parada de Imperial que 
luce en la plaza mayor
Aquí va este relato ganador:
La Parada
Por: Dante Giancarlo Velásquez Pecho
La Parada era el principal mercado que abastecía de pro-ductos de primera necesidad, entre los años ochenta y noventa, a la provincia de Cañete. Su extensión abarcaba las principales calles de la ciudad, desde la avenida Ramos hasta la avenida Huancayo, pasando por la 2 de Mayo, la 28 de Julio y la Sucre. Era el corazón del comercio y le legó este reconocimiento al distrito en donde se encontraba: Imperial. La manera en la que su gente urbanizaba espacios que hasta hace unos años eran vastos sembríos avalaba la necesidad que urgía por una vivienda y el ímpetu pujante del ciudadano de Cañete por emprender su logro personal.
La Parada era el espacio exacto en donde todos los sueños se unían por la lucha de convertirse en realidad; un lugar bullicioso lleno de gente comerciante, invadido por la fiebre de vender de todo, como un secreto descubierto por el pueblo entero para alcanzar el éxito. Y en ella se albergaban cientos de historias protagonizadas por el trabajo constante. Historias como la de Santiago, ese jovencito que desde niño, con tan solo diez años, encontró en La Parada un encanto irresistible. Solía pasearse a su corta edad por los puestos de sus tíos y ayudar un poco a todos; desde el puesto de comida de su tía Lucha, en la avenida 28 de Julio y la tienda de ropa de la tía Juana entre Manco Capac y la 2 de Mayo, hasta el puesto de Ferretería de su tío el negro Mendoza, allá en la Sucre, el cual tenía su casa en la avenida Ramos, en cuyo frontis, Santiago, un domingo a las cinco de la mañana y con tan solo diecinueve años, se inició como emprendedor.
En la foto, el Ing. Ángel Manero, del Colectivo Ciudadano
Cañete + entregando un presente a los ganadores del concurso
Calculó ese día con precisión. Aprovechó la feria improvisada que se armaba en la zona de manera casi religiosa ese día, y la gran afluencia de público que bajaba a La Parada desde los anexos de Imperial para realizar sus compras semanales. Colocó un plástico de metro y medio de largo tendido en el piso y en él una serie de productos pequeños como pilas, focos, cables de corrientes y linternas. Durante todo el día no probó venta alguna. Sin embargo, cuando ya casi se alistaba a recoger sus cosas, un anciano de piel oscura, con un bastón en la mano, le sonrió y le preguntó cuánto costaba un pequeño foco de linterna, entonces Santiago, con los ojos saltones y emocionado desplegó todo ese arte que durante tanto tiempo había estado aprendiendo de manera fluida y envolvió a su cliente en una demostración por convencerle que este era el mejor foco de linterna que la historia de La Parada hubiera visto jamás. Y esa fue su primera venta, la cual tuvo un valor monetario de cincuenta céntimos pero de incalculable valor sentimental. Jamás la olvidaría y hasta hoy en día la recuerda cuando me cuenta esto con una gran sonrisa y un brillo en los ojos que me delatan su emoción. Aquella tarde la quiso inmortalizar para siempre y le pidió a un primo que le tomara una fotografía. Se acomodó un poco los pantalones azules de vestir y se remangó la chompa a rayas que llevaba puesta, se puso de cuclillas al lado del plástico azul en donde exhibía sus pequeños productos y sonrió como si lo tuviera todo, aunque en su mente estaba convencido de todo lo que había de lograr.
Desde aquella vez, trabajó de manera ardua y no pasaron ni dos meses hasta que pudo comprar unos caballetes de madera y un toldo, e improvisar un puesto. Ya no solo vendía pilas o focos de linternas al ras del piso, ahora su negocio estaba creciendo y vendía desde radios hasta televisores en blanco y negro. Ya cuando había cumplido un año de comerciante consiguió poseer dos puestos en total, uno en la Sucre y otro en la 28 de Julio. Así transcurrió el tiempo hasta que, por orden municipal, La Parada cerraría sus puestos para trasladarse a lo que hoy en día conocemos como el mercado “Virgen del Carmen”.
Santiago recuerda ese momento y me dice, mientras termina su café “habíamos esperado tanto el momento de dejar de ser ambulantes y establecernos de manera formal que cuando llegó, simplemente no lo podíamos creer”. Desde ese entonces su empresa creció, compró dos tiendas en el mencionado mercado y alquiló otras cinco en ese mismo lugar y una en la avenida La Mar.
El negocio se había diversificado y ya no solo se ofrecían artefactos domésticos, sino también todo tipo de muebles para el hogar y entretenimiento. Junto con esto, Santiago formó una familia numerosa y logró, además de cumplir su sueño de engendrar un negocio fuerte y viable, comprar su casa propia.
Hoy, Santiago tiene casi cincuenta años y recuerda todo esto con nostalgia y orgullo mientras me enseña esa foto vieja en la que aparece con su pequeño puesto encima de un plástico azul. Me mira mientras posa su mano sobre mi hombro y yo veo en sus ojos esa marca imborrable que La Parada, cuna de emprendedores, dejó con el peso de los años en la vida de los que se iniciaron allí. Y es que en ningún otro sitio te podías permitir soñar como en La Parada, ese lugar lleno de ruido que inspiraba los ánimos más intensos de salir adelante y que no solo permitió que Santiago, mi padre, triunfe de esta manera, sino que encaminó a tantos otros pequeños emprendedores que, al igual que él, empezaron sus historias de éxito desde el suelo construyendo sus triunfos personales con infatigable trabajo e impulsando a esta tierra del valle bendito a un crecimiento económico que le vale, hoy en día, la mirada de los grandes inversionistas de nuestro país y del exterior; que hereda a sus futuras generaciones la valiosa y fundada enseñanza de que en esta tierra se nace emprendedor y se crece con tenacidad y esfuerzo.

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