Dante Giancarlo Velásquez Pecho, nos transporta a un fascinante mundo de lo que fue la actividad comercial en las calles de Imperial, en décadas pasadas, al que se le conoció como La Parada y que la generación actual debe conocerla.
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Réplica de una vendedora de la otrora parada de Imperial que
luce en la plaza mayor
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La Parada
Por: Dante
Giancarlo Velásquez Pecho
La
Parada era el principal mercado que abastecía de pro-ductos de primera
necesidad, entre los años ochenta y noventa, a la provincia de Cañete. Su
extensión abarcaba las principales calles de la ciudad, desde la avenida Ramos
hasta la avenida Huancayo, pasando por la 2 de Mayo, la 28 de Julio y la Sucre.
Era el corazón del comercio y le legó este reconocimiento al distrito en donde
se encontraba: Imperial. La manera en la que su gente urbanizaba espacios que
hasta hace unos años eran vastos sembríos avalaba la necesidad que urgía por
una vivienda y el ímpetu pujante del ciudadano de Cañete por emprender su logro
personal.
La
Parada era el espacio exacto en donde todos los sueños se unían por la lucha de
convertirse en realidad; un lugar bullicioso lleno de gente comerciante,
invadido por la fiebre de vender de todo, como un secreto descubierto por el
pueblo entero para alcanzar el éxito. Y en ella se albergaban cientos de
historias protagonizadas por el trabajo constante. Historias como la de
Santiago, ese jovencito que desde niño, con tan solo diez años, encontró en La
Parada un encanto irresistible. Solía pasearse a su corta edad por los puestos
de sus tíos y ayudar un poco a todos; desde el puesto de comida de su tía Lucha,
en la avenida 28 de Julio y la tienda de ropa de la tía Juana entre Manco Capac
y la 2 de Mayo, hasta el puesto de Ferretería de su tío el negro Mendoza, allá
en la Sucre, el cual tenía su casa en la avenida Ramos, en cuyo frontis,
Santiago, un domingo a las cinco de la mañana y con tan solo diecinueve años,
se inició como emprendedor.
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En la foto, el Ing. Ángel Manero, del Colectivo Ciudadano
Cañete + entregando un presente a los ganadores del concurso
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Desde
aquella vez, trabajó de manera ardua y no pasaron ni dos meses hasta que pudo
comprar unos caballetes de madera y un toldo, e improvisar un puesto. Ya no
solo vendía pilas o focos de linternas al ras del piso, ahora su negocio estaba
creciendo y vendía desde radios hasta televisores en blanco y negro. Ya cuando
había cumplido un año de comerciante consiguió poseer dos puestos en total, uno
en la Sucre y otro en la 28 de Julio. Así transcurrió el tiempo hasta que, por
orden municipal, La Parada cerraría sus puestos para trasladarse a lo que hoy
en día conocemos como el mercado “Virgen del Carmen”.
Santiago
recuerda ese momento y me dice, mientras termina su café “habíamos esperado
tanto el momento de dejar de ser ambulantes y establecernos de manera formal
que cuando llegó, simplemente no lo podíamos creer”. Desde ese entonces su
empresa creció, compró dos tiendas en el mencionado mercado y alquiló otras
cinco en ese mismo lugar y una en la avenida La Mar.
El
negocio se había diversificado y ya no solo se ofrecían artefactos domésticos,
sino también todo tipo de muebles para el hogar y entretenimiento. Junto con
esto, Santiago formó una familia numerosa y logró, además de cumplir su sueño
de engendrar un negocio fuerte y viable, comprar su casa propia.
Hoy, Santiago tiene casi cincuenta años y
recuerda todo esto con nostalgia y orgullo mientras me enseña esa foto vieja en
la que aparece con su pequeño puesto encima de un plástico azul. Me mira
mientras posa su mano sobre mi hombro y yo veo en sus ojos esa marca imborrable
que La Parada, cuna de emprendedores, dejó con el peso de los años en la vida
de los que se iniciaron allí. Y es que en ningún otro sitio te podías permitir
soñar como en La Parada, ese lugar lleno de ruido que inspiraba los ánimos más
intensos de salir adelante y que no solo permitió que Santiago, mi padre, triunfe
de esta manera, sino que encaminó a tantos otros pequeños emprendedores que, al
igual que él, empezaron sus historias de éxito desde el suelo construyendo sus
triunfos personales con infatigable trabajo e impulsando a esta tierra del
valle bendito a un crecimiento económico que le vale, hoy en día, la mirada de
los grandes inversionistas de nuestro país y del exterior; que hereda a sus
futuras generaciones la valiosa y fundada enseñanza de que en esta tierra se
nace emprendedor y se crece con tenacidad y esfuerzo.
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