Roberth Santiago Chumpitaz Chávez quien ocupó el primer lugar con su relato Entrañable Añoranza agradeció el gesto del Colectivo Cañete + por incentivar el apoyo a la cultura y la educación
Roberth Santiago Chumpitaz Chávez flanqueado por los pesos pesados de Cañete + Juan Valdiviezo y Àngel Manero. |
“Este triunfo lo dedico a mi familia y amigos, en especial a mis padres
Santiago y Mary que
inspiraron los personajes de este relato que gracias a Dios terminó siendo el
primer lugar del concurso Relatos de mi Tierra en la categoría especial”.
Es lo primero que escribió en su cuenta de Facebook, Roberth
Santiago Chumpitaz Chávez, luego de alzarse con el triunfo de su narrativa
“Entrañable Añoranza” del Concurso Relatos de Mi Tierra que organizó el
Colectivo Cañete +.
“Agradezco a los organizadores al Colectivo Ciudadano Cañete+ y al
Ing Ángel Manero por difundir en los estudiantes y personas interesadas en el
arte de la escritura, expresar el cariño que sentimos por esta hermosa tierra”,
reiteró sumamente emocionado.
Chumpitaz Chávez, luego de recibir el monto acordado, reiteró los
agradecimientos y espera ansiosamente la publicación del libro Patria Chiquita
de Ángel Manero en donde aparecerá su relato.
Para el deleite de los lectores, transcribimos en su integridad el
mencionado relato ganador:
ENTRAÑABLE AÑORANZA
Por: Roberth Santiago Chumpitaz Chávez
El crepitar estruendoso de motor del viejo camión, mortificaba a
los niños que con ojos soñolientos e impávidos miraban por primera vez en su
vida el inmenso mar del litoral cañetano; ese mar siempre azul, brillante y con
olas espumosas que perecían en la orilla de la playa amarillenta, haciendo
experimentar a los pequeños “charapitas” una nueva sensación; no solo a ellos,
Ana también se sentía atrapada por tal espectáculo. El río en el que jugaba de
pequeña se ridiculizaba ante la inmensidad del embravecido mar; para Ana
también la vida empezaba de nuevo, desarraigada de su tierra para seguir al
esposo que impetuosamente trataba de que se dieran las circunstancias para
poder regresar a su lar; sí era su tierra, aquí vivió y creció; por eso a
Santiago no le importaba el ronroneo estrepitoso del motor del camión viejo que
salió de la ciudad de Huánuco hace tres días, que como un inmenso caracol
llevaba en su carga no solo a la familia de Santiago sino también sus cosas de
mudanza. Sí, por fin se dio lo que buscaba Santiago hacía años, el traslado
laboral a la tierra de sus amores: Quilmaná, donde pasó su niñez y tenía toda
la intención de pasar el resto de sus días.
La joven familia de cinco miembros: Santiago, Ana y sus tres hijos
producto del amor de la pareja que se conocieron en la distante ciudad de
Huánuco, hogar de Ana, que al principio se mostraba reacia hacia el cambio de
domicilio tan luchado por Santiago, pero el ímpetu de marido, tozudo y
convencedor, logró que la hija de la ciudad de los Caballeros de León,
abandonara su vida
establecida, para aventurarse a una nueva, que según Santiago iba
a ser la mejor que experimentarían; por el momento era cierto: el espectáculo
del inmenso mar dejó atónitos a los niños e hicieron prometer a sus padres que
cuando se establecieran les trajeran a la playa para verlo más de cerca,
Santiago con beneplácito dio su consentimiento.
El chofer bostezó ajeno a las emociones familiares, para él
también era la primera vez que venía a Cañete, por eso antes del viaje tuvo que
tomar muchos mapas de carreteras para poder llegar a la ciudad que en la lejana
Huánuco se conocía solo de oídas: Cañete, había es-cuchado hablar de su cultura
afro peruana y el castillo de Hipólito Unanue, pero de ahí, no sabía más,
además le habían pagado bien por la mudanza por que viajar cerca de cuatros
días era agotador y las secuelas de las malas noches pasaban factura; dejando
de bostezar volteó para interrumpir la conversación familiar.
- Míster – sonrió el chofer – ya casi es medio día ¿no le parece
si descansamos un poco? Además ya va siendo hora del almuerzo.
Ana consideró que era una buena idea, los niños no habían comido
bien esos días, además era un buen motivo para acercarse más a la playa.
Santiago con la impaciencia de querer llegar pronto a su casa, tuvo que acceder
a la conclusión de Ana e indicó al chofer que más adelante podrían almorzar.
Ya sentados todos en la mesa, Santiago recordaba con entrañable
añoranza sus días en Quilmaná. Había nacido en Mala, pero desde muy pequeño fue
traído por sus padres a la “Perla del Desierto” allá, en los años 50. Don
Urbano el padre de Santiago con su mentalidad progresista e inquebrantable,
empezó a luchar por la sobrevivencia de su novel familia y adobe por adobe
forjó lo que dentro de muy pronto sería el recinto que llamaría hogar.
Ya habían pasado aproximadamente cuarenta años desde que sus
padres se establecieron en Quilmaná, Santiago tuvo que dejarlos al despuntar la
veintena de años, e hizo su vida lejos de su amado pueblo, extrañaba su vida en
Quilmaná, sus campos siempre verdes, su cli-ma sin medias tintas: con un verano
caluroso y un invierno frío, la comida que su mamá preparaba con esmero y
cariño. Recordaba los días humeantes de los onomásticos celebrados, en los que
se imponían la sopa seca brillan-te, la carapulcra en su punto y nunca faltaba
en la mesa, siempre grande, las jarras de chicha de maní o las botellas de
pisco, vino y cachina para los familiares impetuosos que bebían del elixir
espirituoso que producía las vides que ellos mismos cultivaban.
El ingeniero Àngel Manero en compañìa del poeta Raymundo Reynoso y el
escritor LuisQuispe Cama
|
Sí, la vida era más simple, pero era una mejor vida, no existía
malicia en los vecinos y siempre había motivos para celebrar. Cuando niño, veía
con admiración cómo sus padres se interrelacionaban con los vecinos por las
fiestas agnaticias que duraban una semana: que la serenata, que el santo, que
la joroba, que la corcova, el andavete y demás tradiciones creativas que eran
un pretexto para pasarla bien con los seres queridos y donde no había
miramientos en sacrificar el mejor animal y sacar la cosecha de los frutos de
sus esfuerzos en esta tierra tan gratificante para la agricultura, que hacía próspero
a cualquier agricultor.
Santiago no se dio cuenta en que momento terminó de almorzar, se
sentía demasiado orgulloso de su vida rural en su pueblito llamado Quilmaná, en
el camino les habló de la cultura afro-peruana arraigada en Cañete, como su
cuna y capital; de sus lugares turísticos, les prometió que irían a hacer
canotaje en Lunahuaná, a conocer el muelle de Cerro Azul, a bañarse en las
aguas milagrosas de Chilca, comer camarones en Calango y las famosas manzanas
delicia maleñas.
Cuando llegaron a Quilmaná, Santiago no pudo contener las lágrimas
al encontrar su vieja casa, que no había sido vilipendiada por el tiempo,
estaba intacta gracias a sus primos que restauraron la casa sabiendo que ellos
iban a mudarse acá, encontrando su vieja cama, su cuarto, el de sus padres, la
vida que había hecho acá cayéndolo encima cerca de veinte años de recuerdos y
emocionado de rodillas expresó sin pudor al Altísimo algo ininteligible para
los niños, pero que Ana lo había escuchado nítidamente: ”Gracias, Dios mío, por
haber vivido en esta tierra”.
EL DATO. El Ing. Ángel Gálvez en breve anunciará la publicación de su libro Patria Chiquita.
EL DATO. El Ing. Ángel Gálvez en breve anunciará la publicación de su libro Patria Chiquita.
Excelente.
ResponderEliminarExcelente.
ResponderEliminar