Oscar
Antonio Diestra Borda de la I.E. 20147 de Imperial, se alzó con el premio mayor
en el Concurso Escolar Relatos de Mi Tierra que organizó el Colectivo Cañete +
que preside el Ing. Ángel Manero Campos.
El citado
alumno tuvo como docente asesor al profesor Lucas Julián Borda Mayta y que dado
a su importancia, transcribimos en su integridad en el presente relato. Va.
“Y el
ganador del Premio Nacional Horacio Zeballos 2015, categoría novela, es Carlos
Humberto, Borda Soriano”, dice una voz que de inmediato resuena por los
autoparlantes, decenas de personas aplauden; sin embargo, pocos saben de su
vida, de su pena, de su alegría, por eso es necesario contarlo.
Todo comenzó
a fines de los años 70, cuando en una pequeña casa de quincha en el pueblito de
Carmen Alto dio sus primeros gritos de vida. “Se llamará Carlos”, dijo su
padre, mientras observaba a Damacia, la abuela de Carlos y partera del pueblo.
Sus padres, doña Antonia Soriano, una humilde campesina y don Lucas Borda, un
aspirante a docente, se esmeraron en darle una buena educación; era costumbre
ver a doña Antonia muy temprano, buscando trabajo en el campo, a veces en los
rastrojos de papa y camote y los fines de semana cargando las tinas con la ropa
para lavarla en la acequia, y aunque a veces el dinero no alcanzaba para la
comida, menos para las velas ni para el lamparín, Carlos se ingeniaba para
estudiar aprovechando la luz de un poste como lo hizo su padre.
Años
después, doña Antonia y don Lucas lograron establecerse en Imperial, en el
asentamiento humano Asunción 8, culminó sus estudios en el colegio 20145 y la
secundaria, en el colegio José Buenaventura Sepúlveda, formó amigos de barrio
con los que practicaba al fútbol, era común verlo descalzo, con las sandalias
en mano corriendo tras el balón, a veces salía con su hermano o amigos hasta
Hualcará y recordaba al gran “Lolo” Fernández, orgullo de Cañete, así jugaba,
soñando a ser grande, porque en Cañete todos sueñan mientras se enriquecen de
su historia, mientras gozan del sol de Lunahuaná, de las playas de Cerro Azul,
o simplemente de un chapuzón en la acequia más cercana. Así también vivió
Carlos.
Pronto se
agudizó el problema del terrorismo en el Perú y el barrio donde vivía se tornó
peligroso, más aun cuando su zona se llamó 5 esquinas, donde la vida no vale
nada, entonces vivió en medio de ataques, tanto por la policía como del
terrorismo, a eso se sumó el vandalismo. Todos los días se escuchaba tiroteos,
en ese transcurso, falleció su abuelo paterno. Carlos superó el dolor, culminó
la secundaria y de inmediato fue enviado a Lima, ingresó a la Universidad de
Educación Enrique Guzmán y Valle, La Cantuta, mientras su hermano mayor
estudiaba medicina.
Comenzó
sus estudios para ser docente; sin embargo, la alegría fue alterada por el
abandono de su padre, dejando a sus hermanos a la deriva. Este hecho parecía
darle la estocada final a su vida, entonces Carlos decidió dejar de estudiar,
pero la familia, que era bien unida, no aceptó y multiplicaron los esfuerzos.
Al negocio que tenían, se sumó la venta en el mercado de Imperial; Carlos y
Daniel volvían de Lima a Imperial cada fin de semana y ayudaban en las ventas,
doña Antonia procuraba sacar adelante a sus hijos, en silencio, sin contar sus
problemas, simplemente hacía todo lo necesario para que ellos culminaran sus
estudios. Al poco tiempo, doña Antonia cayó gravemente enferma. Carlos y Daniel
viajaron a Imperial para ver a su madre, para seguir con el negocio y solo
cuando ella estuvo fuera de peligro volvieron a Lima.
Carlos
culminó sus estudios entre los primeros puestos, luego regresó a trabajar a
Cañete, a buscar oportunidad en su pueblo; sin embargo, le fue muy difícil,
encontró una plaza de pocas horas en un colegio de Pacarán, allí trabajó un
año, cada día más orgulloso de sus costumbres, de su gente. Le pusieron como
apodo “Cañetano, Pura Sangre”. Posteriormente retornó a Lima para iniciar sus
estudios de maestría, mientras tanto ingresó a trabajar a la academia Aduni y
César Vallejo; conoció a María, una joven apurimeña, se casó y tuvo dos hijos.
Culminó una segunda maestría en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos,
publicó su libro Voces, dedicado a su primera hija, luego comenzó a estudiar el
francés, se le presentó la posibilidad de viajar a ese país, pero por razones
económicas no pudo ir.
La
tristeza lo invadió, pero siguió adelante, trabajaba y escribía, pronto obtuvo
dos premios, en poesía y en cuento, también recibió una mención honrosa en un
concurso nacional de cuento organizado por la Municipalidad de La Victoria,
entonces se decidió a escribir una novela donde se narre la vida de los pobres,
el terrorismo vivido en el país, rescatar las costumbres andinas como lo hizo
Arguedas.
Incorporó
el quechua y algunas técnicas narrativas y al culminar la novela se dijo: “Se
llamará Río Chiwiriya”, así se presentó al Concurso Nacional Horacio Zeballos
2015, esperó impaciente el resultado hasta que finalmente lo llamaron
indicándole que había ganado. Guardó la serenidad, había de esperar la
confirmación hasta que un amigo lo llamó: “Felicitaciones hermano, estoy
leyendo La República y veo que has ganado el Horacio”, dijo.
Ahora
está ahí, dispuesto a recibir el premio, buscando con los ojos a cada uno de
los suyos. Su alegría parece estar alumbrada por algunos reflectores, tal como
lo hicieron los postes en los inicios de su vida. Recibe el busto de Horacio
Zeballos, un diploma y un cheque por 10 mil soles. Busca a su madre entre los
asistentes para decirle gracias, pero ella no está, a esta hora Antonia debe
estar en Ecuador junto a su nieto Óscar, quien participará en un torneo
internacional de Karate, representa-do al Perú. Carlos sonríe para las fotos,
contento de que su madre esté al lado de Óscar, como iniciando una vez más la
travesía, él aun no sospecha que pronto recibirá la noticia del triunfo de
Óscar en Ecuador, la medalla de oro para el Perú, para Cañete; ahora
simplemente sonríe mientras le vienen recuerdos de Cañete, de su gente, del aire
suave que recorre por el campo, del olor a tierra, escucha los aplausos y
sonríe con la humildad que solo Cañete le ha dado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario