"Son cosas distintas la Libertad de Expresión y
el ejercicio de la Profesión Periodística
Hoy debe ser el inicio de la reivindicación del periodismo como
profesión, debe ser el inicio de la dignificación de la carrera que
elegimos muchas mujeres y muchos hombres con vocación de estudio y de servicio
a la sociedad, a las causas justas y a la verdad.
Cuando cursaba último año de la carrera en la universidad San Martín de
Porres, empecé hacer mis prácticas en un estamento público como periodista
ganando muchas experiencias.
Muchos periodistas empezamos desde abajo, primero como reporteros
policiales, después por secciones diversas: deportes, espectáculos, provincias,
etc., hasta llegar a ejercer los cargos de director o editor general.
El país ha cambiado en las últimas décadas y actualmente hay varias
universidades que tienen facultades de Ciencias de la Comunicación y la añorada
Escuela de Periodismo “Jaime Bauzate y Meza”, hoy novísima Universidad, donde
centenares de jóvenes estudian cinco años con esfuerzo, y también con el
sacrificio económico de sus padres, para que el Estado los reconozca al final
de sus estudios como periodistas profesionales.
Muchos después hacen cursos de post grado, como diplomados,
licenciaturas, maestrías o doctorados en los que invierten sus ahorros
personales o los de la familia. En total suman hasta ocho años de estudios
superiores con el objeto de ser profesionales competitivos.
Lo frustrante e indignante para toda esa juventud es que, al final del
camino, la mayoría de ellos se da de bruces con una realidad irracional y cruel
que les dice de golpe: El periodismo no es una profesión, es solo un oficio.
Con justa razón, los golpeados se preguntan: ¿Y por qué entonces el
Estado me obligó a estudiar cinco años de universidad para recibirme de
periodista profesional, si no me iba a reconocer como tal?
Resulta irónico, parece una burla, pero esto ocurre a pesar de que el
título profesional que reciben los jóvenes egresados de las facultades de
Ciencias de la Comunicación como periodistas o comunicadores profesionales es
entregado por el propio Estado, a nombre de la Nación.
Lo que sucede hoy, de manera discriminatoria e inicua, es que el
ejercicio de la profesión periodística no tiene ninguna protección de la ley,
ni del Estado, lo cual propicia que el ámbito profesional de miles de egresados
de las universidades sea invadido constantemente por cualquiera.
Todo lo contrario ocurre con los abogados, ingenieros, médicos o
arquitectos, por mencionar solo algunos, quienes sólo pueden ejercer su
profesión si tienen título universitario y están inscritos en el colegio
profesional respectivo. ¿Por qué se discrimina así a los periodistas y
comunicadores?
Duele reconocerlo, pero es la verdad: Somos tratados como si fuésemos
profesionales de segunda categoría. Cualquier persona puede ejercer
nuestra profesión sin necesidad de haberla estudiando, lo cual es injusto y
enervante.
Esta situación tuvo un paréntesis importante a partir de 1981, cuando el
Congreso de la República reconoció, mediante la Ley 23221, al periodismo como
una profesión y estableció que para poder ejercerla había que tener título
universitario y estar inscrito en el Colegio de Periodistas del Perú (CPP).
Esta norma rigió hasta 1990, cuando el Congreso de la República de
entonces la dejó sin efecto mediante la Ley 26937, que está vigente aún y que
señala que para ser periodista no se requiere tener título universitario, ni
estar inscrito en el Colegio profesional respectivo.
Cuando la Ley 26937 entró en vigor, la profesión periodística empezó a
hundirse en la más completa informalidad, que devino en una degeneración
extrema de su práctica. De esto pueden dar fe numerosos ciudadanos que son o
han sido víctimas de vulgares chantajistas que usurpan el título noble de
periodista o comunicador profesional.
Considero que ha llegado la hora de revertir esta situación y de volver
a darle al periodismo el lugar que le corresponde como profesión, porque de lo
contrario la sociedad y su representación política, el Estado, estarían
estafando a miles de jóvenes estudiantes universitarios y a sus respectivas
familias.
El punto está en que el Congreso de 1990 confundió la Libertad de
Expresión con el ejercicio de la Profesión Periodística, que son cosas
distintas.
Todos los ciudadanos tiene el derecho de expresar libremente su
pensamiento en los medios de comunicación social, pero esto no quiere decir que
ello les faculte a ejercer la profesión periodística ya que ésta es una carrera
universitaria reconocida y titulada por el estado a nombre de la Nación.
Muchas
personas pueden tener ideas brillantes
como referentes de opinión, pero no son periodistas profesionales porque no han
sido formados en la universidad para hacer un diario o una revista, ni para
producir un programa de radio o de televisión.
Los dueños de los grandes medios masivos pueden expresar sus pensamientos,
pero eso no los hace periodistas, sino empresarios.
A la inversa, hay veteranos reporteros judiciales que saben mucho de
leyes penales y civiles, son duchos en procedimientos judiciales, pero no por
ello pueden arrogarse la condición de abogados, ni tampoco pueden litigar en
los tribunales como profesionales del Derecho.
Queda claro entonces que son cosas distintas la Libertad de Expresión y
el ejercicio de la Profesión Periodística. Cada cual tiene su espacio propio, y
merecen igual protección por parte de la ley y del Estado.
Es necesario restaurar la colegiatura obligatoria para ejercer el
periodismo si queremos resolver los problemas que aquejan a nuestra sociedad
como consecuencia de la informalidad en la profesión.
Los actuales directivos de la orden están empeñados en alcanzar este
objetivo desde hace dos años, pero lamentablemente no han podido lograrlo.
Hacemos la invocación a los miembros del Congreso de la República para
que hagan suya la iniciativa que ha presentado el CPP y aprueben cuanto antes
el proyecto de ley que restaura la colegiatura como requisito obligatorio para
ejercer el periodismo profesional.
Ya no podemos seguir siendo una entidad sólo para periodistas cuando
formamos parte de una familia profesional más diversa que abarca a asesores de
imagen, comunicadores corporativos, relacionistas públicos, directores o
productores de cine, televisión y radio, reporteros gráficos, etc.
Quienes ejercen desde muchos años el periodismo de manera empírica, pero
profesional, serían reconocidos y colegiados, con la única condición de aceptar
el Código de Ética respectivo, y tendrán la posibilidad de capacitarse y de
actualizar sus conocimientos con ayuda del Colegio.
A partir de la fecha aunemos
esfuerzos para iniciar una etapa superior en la entidad que representa nuestra
profesión, para rescatar juntos la dignidad del periodismo profesional, para
defender el futuro de los jóvenes comunicadores, para ser un gremio referente
de la sociedad y un ejemplo para las otras profesiones. (CRCH)
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