lunes, 21 de diciembre de 2015

GANADOR DE "RELATOS DE MI TIERRA" ESPERA CON ANSIAS PUBLICACIÓN DEL LIBRO DE ÁNGEL MANERO: PATRIA CHIQUITA

Roberth Santiago Chumpitaz Chávez quien ocupó el primer lugar con su relato Entrañable Añoranza agradeció el gesto del Colectivo Cañete + por incentivar el apoyo a la cultura y la educación
Roberth Santiago Chumpitaz Chávez flanqueado por los pesos
pesados de Cañete + Juan Valdiviezo y Àngel Manero.
Este triunfo lo dedico a mi familia y amigos, en especial a mis padres Santiago y Mary que inspiraron los personajes de este relato que gracias a Dios terminó siendo el primer lugar del concurso Relatos de mi Tierra en la categoría especial”.
Es lo primero que escribió en su cuenta de Facebook, Roberth Santiago Chumpitaz Chávez, luego de alzarse con el triunfo de su narrativa “Entrañable Añoranza” del Concurso Relatos de Mi Tierra que organizó el Colectivo Cañete +.
“Agradezco a los organizadores al Colectivo Ciudadano Cañete+ y al Ing Ángel Manero por difundir en los estudiantes y personas interesadas en el arte de la escritura, expresar el cariño que sentimos por esta hermosa tierra”, reiteró sumamente emocionado.
Chumpitaz Chávez, luego de recibir el monto acordado, reiteró los agradecimientos y espera ansiosamente la publicación del libro Patria Chiquita de Ángel Manero en donde aparecerá su relato.
Para el deleite de los lectores, transcribimos en su integridad el mencionado relato ganador: 
ENTRAÑABLE AÑORANZA
Por: Roberth Santiago Chumpitaz Chávez
El crepitar estruendoso de motor del viejo camión, mortificaba a los niños que con ojos soñolientos e impávidos miraban por primera vez en su vida el inmenso mar del litoral cañetano; ese mar siempre azul, brillante y con olas espumosas que perecían en la orilla de la playa amarillenta, haciendo experimentar a los pequeños “charapitas” una nueva sensación; no solo a ellos, Ana también se sentía atrapada por tal espectáculo. El río en el que jugaba de pequeña se ridiculizaba ante la inmensidad del embravecido mar; para Ana también la vida empezaba de nuevo, desarraigada de su tierra para seguir al esposo que impetuosamente trataba de que se dieran las circunstancias para poder regresar a su lar; sí era su tierra, aquí vivió y creció; por eso a Santiago no le importaba el ronroneo estrepitoso del motor del camión viejo que salió de la ciudad de Huánuco hace tres días, que como un inmenso caracol llevaba en su carga no solo a la familia de Santiago sino también sus cosas de mudanza. Sí, por fin se dio lo que buscaba Santiago hacía años, el traslado laboral a la tierra de sus amores: Quilmaná, donde pasó su niñez y tenía toda la intención de pasar el resto de sus días.
La joven familia de cinco miembros: Santiago, Ana y sus tres hijos producto del amor de la pareja que se conocieron en la distante ciudad de Huánuco, hogar de Ana, que al principio se mostraba reacia hacia el cambio de domicilio tan luchado por Santiago, pero el ímpetu de marido, tozudo y convencedor, logró que la hija de la ciudad de los Caballeros de León, abandonara su vida
establecida, para aventurarse a una nueva, que según Santiago iba a ser la mejor que experimentarían; por el momento era cierto: el espectáculo del inmenso mar dejó atónitos a los niños e hicieron prometer a sus padres que cuando se establecieran les trajeran a la playa para verlo más de cerca, Santiago con beneplácito dio su consentimiento.
El chofer bostezó ajeno a las emociones familiares, para él también era la primera vez que venía a Cañete, por eso antes del viaje tuvo que tomar muchos mapas de carreteras para poder llegar a la ciudad que en la lejana Huánuco se conocía solo de oídas: Cañete, había es-cuchado hablar de su cultura afro peruana y el castillo de Hipólito Unanue, pero de ahí, no sabía más, además le habían pagado bien por la mudanza por que viajar cerca de cuatros días era agotador y las secuelas de las malas noches pasaban factura; dejando de bostezar volteó para interrumpir la conversación familiar.
- Míster – sonrió el chofer – ya casi es medio día ¿no le parece si descansamos un poco? Además ya va siendo hora del almuerzo.
Ana consideró que era una buena idea, los niños no habían comido bien esos días, además era un buen motivo para acercarse más a la playa. Santiago con la impaciencia de querer llegar pronto a su casa, tuvo que acceder a la conclusión de Ana e indicó al chofer que más adelante podrían almorzar.
Ya sentados todos en la mesa, Santiago recordaba con entrañable añoranza sus días en Quilmaná. Había nacido en Mala, pero desde muy pequeño fue traído por sus padres a la “Perla del Desierto” allá, en los años 50. Don Urbano el padre de Santiago con su mentalidad progresista e inquebrantable, empezó a luchar por la sobrevivencia de su novel familia y adobe por adobe forjó lo que dentro de muy pronto sería el recinto que llamaría hogar.
Ya habían pasado aproximadamente cuarenta años desde que sus padres se establecieron en Quilmaná, Santiago tuvo que dejarlos al despuntar la veintena de años, e hizo su vida lejos de su amado pueblo, extrañaba su vida en Quilmaná, sus campos siempre verdes, su cli-ma sin medias tintas: con un verano caluroso y un invierno frío, la comida que su mamá preparaba con esmero y cariño. Recordaba los días humeantes de los onomásticos celebrados, en los que se imponían la sopa seca brillan-te, la carapulcra en su punto y nunca faltaba en la mesa, siempre grande, las jarras de chicha de maní o las botellas de pisco, vino y cachina para los familiares impetuosos que bebían del elixir espirituoso que producía las vides que ellos mismos cultivaban.
El ingeniero Àngel Manero en compañìa del poeta Raymundo Reynoso y el 
escritor LuisQuispe Cama
Sí, la vida era más simple, pero era una mejor vida, no existía malicia en los vecinos y siempre había motivos para celebrar. Cuando niño, veía con admiración cómo sus padres se interrelacionaban con los vecinos por las fiestas agnaticias que duraban una semana: que la serenata, que el santo, que la joroba, que la corcova, el andavete y demás tradiciones creativas que eran un pretexto para pasarla bien con los seres queridos y donde no había miramientos en sacrificar el mejor animal y sacar la cosecha de los frutos de sus esfuerzos en esta tierra tan gratificante para la agricultura, que hacía próspero a cualquier agricultor.
Santiago no se dio cuenta en que momento terminó de almorzar, se sentía demasiado orgulloso de su vida rural en su pueblito llamado Quilmaná, en el camino les habló de la cultura afro-peruana arraigada en Cañete, como su cuna y capital; de sus lugares turísticos, les prometió que irían a hacer canotaje en Lunahuaná, a conocer el muelle de Cerro Azul, a bañarse en las aguas milagrosas de Chilca, comer camarones en Calango y las famosas manzanas delicia maleñas.
Cuando llegaron a Quilmaná, Santiago no pudo contener las lágrimas al encontrar su vieja casa, que no había sido vilipendiada por el tiempo, estaba intacta gracias a sus primos que restauraron la casa sabiendo que ellos iban a mudarse acá, encontrando su vieja cama, su cuarto, el de sus padres, la vida que había hecho acá cayéndolo encima cerca de veinte años de recuerdos y emocionado de rodillas expresó sin pudor al Altísimo algo ininteligible para los niños, pero que Ana lo había escuchado nítidamente: ”Gracias, Dios mío, por haber vivido en esta tierra”.
EL DATO. El Ing. Ángel Gálvez en breve anunciará la publicación de su libro Patria Chiquita.

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