jueves, 13 de noviembre de 2014

¡ QUE TU MUERTE NO QUEDE IMPUNE Y QUE TUS GRITOS DE PAZ SEAN ESCUCHADOS!

Escribe, Ysamel Tasayco
Un coleguita que puso fin a su brillante carrera periodística en
manos de criminales.
Fue un diciembre del 2012 cuando un desconocido estudiante de Comunicaciones me llamó a mi celular personal para pedirme una entrevista. Normalmente un periodista que trabaja para un programa diario vive su día intensamente y con poco tiempo para el relajo, por lo que la respuesta fue que sea breve y directo. “Soy cañetano, igual que tú. Somos paisanos” me respondió, desapareciendo así mi pose de reporterito bien aprendida. Terminaríamos nuestra conversación cerrando un encuentro para el día siguiente. Fernando me cayó bien.
Luego tuve el lujo de conocerlo personalmente. Vino al canal donde chambeaba en ese momento y me hizo una entrevista para uno de los cursos que recibía en la San Martín, donde me dijo que estudiaba. Me contó algunas cosas de su vida y no desaprovechó para decirme que le pase la voz si necesitaban practicantes. Por una extraña razón por un instante retrocedí mentalmente unos años. En su momento también fui chibolo pulpín. Cañetano y con ganas de ser periodista y claro, obvio que repartía mi currículum como volante.
Luego vino una amistad vía Facebook. Y algunas conversaciones que quedarán guardadas como el mejor de los recuerdos. Fernando, demostraba en su mirada la humildad de quien quiere llegar a ser el mejor. Siempre atento a los datos. Mosca para evaluar situaciones. Preguntón como los que recién empezamos en este negocio de contar las noticias. Alguna vez le dije: tienes pasta de periodista, huevón… y no me equivoqué.
Para mí, siempre será un honor que algún estudiante de periodismo me pida un consejo y si este alumno es de mi pueblo, mucho mejor. Por eso que te hayas ido, así sin despedirte, me llena de rabia. Me entristece mucho. Solo Dios debería decidir cuándo tenemos que partir. Es imposible no recordarte, y que una mezcla de angustia, impotencia y tristeza me joda en el alma. ¿Por qué unos malditos delincuentes tuvieron que dispararte, brother?  
Una vez me escribiste esto: “Evitaré decepcionarte porque de veras siento ganas de ganarme un lugar en la prensa y ejercer este oficio tan gratificante, al igual que tú”. Pues bien amigo, recién ahora me atrevo a responder directamente.
Debes saber, Popeye que cumpliste a cabalidad tu rol de amigo, hijo y periodista. La hiciste linda. Todos estamos muy orgullosos de lo que hiciste. A tus 22 ya estabas redactando como los grandes, investigando y aprendiendo, porque nunca se termina de aprender.
Tú hiciste lo tuyo. Ya cumpliste. No decepcionaste. Ahora te vas y nos dejas con un nudo en la garganta. Te quitas causa, dejándonos un claro ejemplo de que el que la sigue, la consigue.
Te arrancas con tu música a otra parte dejándonos el encargo de recuperar la seguridad para nuestro Cañete. Ahora nos toca a todos nosotros no defraudarte.
Quiero que donde quiera que estés, sepas que los que tuvimos la suerte de conocerte no te vamos a defraudar.
Este sábado por la mañana pensamos salir a la plaza de nuestro pueblo a exigir un alto a las muertes. A pedir a gritos que nuestras calles vuelvan a ser seguras. Estoy seguro que estarás muy contento, porque como dijo un guerrillero alguna vez: “Donde quiera que la muerte nos sorprenda, será bien recibida mientras nuestro grito de guerra sea escuchado”. Y,  me consta que tú también querías un Cañete pacificado.
Toca a nosotros hacer que tu muerte no quede impune y que tus gritos de paz sean escuchados. Nuestra resignación es saber que estás bien, redactando allá arriba y aprendiendo de los grandes. Tarde o temprano, nos tomaremos ese ron que nunca pudimos compartir, al fin y al cabo yo estoy convencido que la vida duele mucho más que la muerte. Se te quiere.

¡Hasta vernos, paisa!

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