jueves, 13 de junio de 2013

LA SOCIEDAD ESPERA QUE EL ESTADO ASUMA SU RESPONSABILIDAD DE ARREPENTIMIENTO POR USO INDEBIDO DEL PODER

Indulto y reconciliación
Escribe Diego Garcìa Sayán
No es contradictoria la justicia con la reconciliación. Al revés; pueden ser dos caras de una misma moneda para poder avanzar en la cohesión de una sociedad luego de períodos de violencia o de autoritarismo. La reconciliación, sin embargo, no puede ser una palabra vacía. Particularmente cuando se busca sanar las profundas heridas dejadas en una sociedad por la violencia del terrorismo o por el uso inescrupuloso  del poder. En contextos como esos, juega un papel medular el reconocimiento de responsabilidades y el  arrepentimiento.
El presidente Humala tomó una decisión con base en el derecho internacional y nacional al no acceder a indultar a Fujimori. Como el mismo Presidente lo señaló, pesó en ello tanto la gravedad de los delitos por los que la Corte Suprema condenó a Fujimori como, principalmente, porque no se reunían las condiciones legales para otorgar el indulto humanitario. En ese contexto, la falta de arrepentimiento del condenado no fue un dato accesorio en la decisión presidencial. Al estimarse que era muy grande el daño producido a la sociedad por los delitos de lesa humanidad cometidos, tal como fueron calificados en la sentencia condenatoria, hubiera sido inconsistente con la justicia pasar ese “detalle” por alto.
Surge, sin embargo, la necesidad de reflexionar sobre la reconciliación como tema pendiente en la sociedad peruana, más allá del trámite –ya cerrado– de esa solicitud de indulto. Eso es esencial para sanar las heridas que dejaron en la sociedad peruana 20 años de violencia. ¿Cómo hacerlo?
Primero lo primero: reconciliación no es esconder los problemas bajo la alfombra o “voltear la página” como si nada hubiera pasado. Tiene que tener contenido concreto para las víctimas y debe suponer algo de los perpetradores. Segundo, ese contenido concreto debe ser entendido como una dinámica proactiva que busque la mejor forma de acercarse a sanar, al menos en parte, los sufrimientos de miles –o millones– de peruanos y peruanas a lo largo y ancho del país (más del 70% de zonas rurales andinas).
Hay ricos y variados procesos de reconciliación en el mundo en tránsitos de la guerra a la paz o del autoritarismo a la democracia. Así se fue construyendo la rica conceptualización de la “justicia transicional” en la cual la reconciliación es un paso fundamental para reconstruir el tejido social restableciendo las relaciones de confianza en la sociedad para prevenir la repetición del drama que afectó  la sociedad.
Si bien la justicia transicional tiene tres ingredientes –la justicia, la verdad y la reparación– que deben operar simultáneamente y con distintos grados de énfasis, el espacio de la reparación a las víctimas es el fundamental. En ello un espacio específico de la reparación es el reconocimiento de responsabilidad, los recuentos y el arrepentimiento de los perpetradores.
La plena confesión de los hechos en los que se podría haber tenido responsabilidades, así, un ingrediente ineludible – pero no único– de la reparación. En lo que el especialista en justicia transicional califica como “monumentos didácticos”, el recuento por los perpetradores refuerza las capacidades de la sociedad frente a las amenazas futuras de que algo así pudiera repetirse.
En una perspectiva así concebida, la sociedad peruana sigue viendo la ausencia de arrepentimiento y de reconocimiento de responsabilidad de quienes iniciaron el baño de sangre con el accionar terrorista a partir de los hechos de Chuschi en 1980. Traducido a lo concreto, en el Perú un camino de reconciliación efectivo tendría que ver, en primerísimo lugar, con las acciones y responsabilidades del terrorismo en lo cual los dirigentes senderistas han sido silentes.
Pero no por ser la responsabilidad del terrorismo tan fundamental y evidente, no se puede soslayar de los atropellos cometidos desde altas funciones del Estado.
La sociedad tiene derecho a esperar, también, que asuman sus responsabilidades y expresen su arrepentimiento al haber hecho uso indebido del poder que la sociedad les había confiado. Otro sería el curso de las cosas si se avanzara en estas direcciones.

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