miércoles, 15 de agosto de 2012

A CINCO AÑOS DE UN HECHO IMBORRABLE QUE SOPORTÓ EL SUR MEDIO

Los mismos problemas de siempre
Por Wilfredo Cayllahua
Los relojes marcaban las seis y treinta de la tarde. En la sala de redacción del Diario Oficial y Judicial de Cañete, “Al Día Con Matices”, nos disponíamos a escribir algunos artículos periodísticos para su publicación del día siguiente.
”¿Qué tienes para mañana?”, preguntó el director del medio Juan José Torres Luyo, quien ya estaba en el lugar, tras participar en jornada deportiva, actividad que siempre realiza con su club u otras instituciones.
“Lo de siempre. Los muchachos de la Semana de Cañete siguen envolviéndose en su telaraña. No pueden salir de su encrucijada”, le respondimos en son de broma y de inmediato comenzamos con la faena habitual.
Por aquellos días “la noticia” giraba en torno a las actividades por el advenimiento del aniversario 451 de la conmemoración de la fundación española de la “Villa de Santa María” de Cañete.
La accidentada conferencia de prensa realizada en el hotel “María Angola” de Lima, el cuestionamiento de los contratos de artistas, la modificación de los programas de fiesta y la inadecuada fecha para la organización del Festival Nacional del Arte Negro, eran observadas por los hombres de prensa.
El esfuerzo y el “sacrificio” que ponían los miembros de la Comisión Semana de Cañete 2007 para marcar la diferencia, cayeron en “saco roto” y más bien se vieron envueltos en escándalos no esclarecidos hasta ahora.
La desorganización de los miembros de la Comisión Semana de Cañete 2007, primó y pese a los “parches” que solía poner el regidor provincial Percy Alcalá Mateo, en su condición de Vicepresidente de la Comisión de Fiesta, no satisfizo las expectativas de la población.
La suscripción del compromiso para la conducción y organización del Festival Nacional del Arte Negro, con la señora Teresa Palomino, una artista y respetable dama limeña, fue el acabose.
Es decir, no había “química” con los cultores y difusores de la música afroperuana de Cañete que a los cuatro vientos rechazaban y responsabilizaban a los organizadores por la ligereza del convenio.
Autoridades en el arte del folklore negro como el profesor Román Fernández Adriano, Director - Fundador de Cañete Negro de la década del 70, alzaba su voz de protesta y amenazaba:
“Si llega Teresa Palomino, no voy al Festival”. El propio Pedro Flores Ruiz, ex integrante del afamado grupo Perú Negro del eximio Ronaldo Campos, había desistido en participar en el Festival y prefirió organizar un evento de fin de fiesta con su Academia en clara muestra de desacuerdo.
Eso, era la comidilla de la semana. Es decir, los temas más saltantes que difundían los medios de comunicación del sur chico a través de las radio emisoras, estaciones televisoras, diarios y las páginas webs, matizados con la libre participación de su público.
“Estamos pagando el derecho de piso”… era el titular acompañado con sub título: “sostiene el regidor provincial Percy Alcalá Mateo”, era el encabezamiento del artículo que debió publicarse al siguiente día, 16 de Agosto, en el Diario.
El tema “justificaba” todos los vaivenes que se habían tejido en los días previos a la celebración del 451 aniversario de la fundación de la “Villa de Santa María” de Cañete, producto de la inexperiencia de la actual gestión.
La nota periodística había sido tomada de una entrevista realizada en horas de la mañana en el programa periodístico “Collage Noticias” de Carmen Rosa Chumpitaz Rivera que en aquel momento dirigía en radio Mix Cristal.
En el diario teníamos previsto estar como máximo hasta las siete de la noche porque a esa hora, iniciaba la tertulia con la profesora Mirtha Manza Rodríguez, quien anteriormente administró la radio JCM, 98.7 FM de Imperial.
El tema era coordinar e intercambiar algunas ideas y propuestas que tenía en mente desarrollar el propietario de la emisora Juan Campos Muñoz en el futuro, además hablar temas de índole particular.
Sentíamos una tremenda angustia para conversar con esta grata amiga, cuyo principio religioso es Pentecostés, a quien habíamos dejado de ver algunos meses, y habíamos contactado la cita a través del correo electrónico para las siete de la noche en algún punto de San Vicente.
“TRANQUILOS… TRANQUILOS…
Seguíamos “carburando” la nota en la computadora. Nos esforzábamos para culminar lo antes posible y esté “armada”, al menos, dos artículos para el día siguiente y el jefe nos diera nuestra comisión.
Seguíamos escribiendo. De pronto escuchamos el ladrido de los perros en las afueras de la calle.
Un pequeño remezón en la tierra se había producido… abrimos la puerta y salimos hacia la calle. Escuché la voz de Juan Torres: “Tranquilo… Ahí nomás. No salgas”.
Pero, hicimos caso omiso y caminamos la sexta cuadra de la calle 28 de Julio para cruzar la intersección de la calle Manco Cápac.
“Tranquilos… tranquilos… tranquilos… Ya va a pasar. Cálmense”, fue lo primero que dijimos en voz alta como si fuéramos orates, aunque en verdad sentíamos un pavor, como es natural; más por el desprendimiento de los edificios o cables que por la misma fuerza telúrica.
La tierra seguía temblando. Pero, esta vez, con más fuerza. Seguimos caminando, pero la intensidad de la naturaleza fue en aumento. Miles de cosas pasaban por nuestra mente, sacamos fuerzas de flaqueza para tranquilizarnos.
“Tranquilos… tranquilos… tranquilos… Ya va a pasar. Cálmense”, era la única palabra que salía del interior de nuestro organismo ante el tumulto del gentío que ya se encontraba en el frontis de sus viviendas.
Todos estaban despavoridos, asustados, noctámbulos que en medio del llanto se entregaban al ser divino a través de una plegaria.
De pronto se apagaron las luces y el pánico fue más grande. Cruzamos la calle Marsical Sucre para dirigirnos hacia la avenida La Mar.
Bajó la intensidad del temblor. “Ufff..
Menos mal que pasó. Es hora de tranquilizar a la gente”, pensamos. Nos disponíamos a hacerlo. Estábamos tan convencidos que difícilmente en nuestro hogar pudieran haberse producido algún daño material o humano porque la vivienda es de material noble y se ubica a un paso del parque.
Pero, de pronto vino un segundo remezón. Esta vez con más fuerza… Gritamos, otra vez a todo pulmón: “Tranquilos… tranquilos…” Nos pareció el fin de los tiempos. Nuestra preciada vida estaba a punto de colapsar. Nos preguntamos: “¿Así terminaremos?” quisimos grabar la secuencia del ruido, pero nos dimos cuenta que podía malograr la entrevista.
”“¡No, por favor… No!...!” Todos se encomendaban al omnipotente. La gente gritaba por doquier. Los niños desesperados. “Mi mamá, mi mamá…”, se escuchaban en los niños con lágrimas que chorreaban en sus mejillas. Llegamos a la avenida La Mar.
No nos explicamos qué hacíamos en dicho lugar. La gente se abrazaba haciendo un círculo, pudimos observar alguna polvareda como consecuencia de la caída de las paredes viejas.
Nos dirigimos a la calle Huancayo. De pronto se nos vino a la mente… “Oye, mi chiquitín…Piero. ¿Cómo estará?. Ojalá que su mamá ya haya vuelto de su trabajo porque él más para con su abuelita (Chelo)” que dejó de existir el año pasado. Fui de inmediato. Caminé por la Prolongación de la Calle 28 de Julio y 2 de Mayo y observamos a una niña sumamente asustada al lado de su mamá. Ella, era una ex servidora de la Municipalidad Distrital de Imperial, María Sánchez. “Ha sido fuerte el temblor...?”, le dijimos.
Y ella nos contestó: “Sí, fue… fuerte!. Le abracé la cabeza de su hijita de unos diez añitos aproximadamente quien estaba aterrada y lloró por un instante en mi hombro diciendo porque tenía mucho miedo.
Proseguimos caminando y nos topamos con don Luís Conislla, productor del pisco Don Reynaldo y hoy alcalde de Lunahuaná, quien iba al alcance de su esposa Carmen Vicente, al mercado Señor de Cachuy donde labora.
Estábamos solos y partimos la carrera hacia Santa Rosa de Hualcará. Si bien es cierto que no teníamos tanto miedo al temblor, más sino por el pánico y la desesperación de la gente, llegamos a nuestro destino.
Ahí, en el parquecito, observamos a mucha gente que pernoctaba en las veredas, sumamente nerviosas ante el temor de una nueva réplica. Mi chiquitín, estaba sumamente asustado.
Su familia estaba más tranquilo. “Va a pasar. No se preocupen”, era el aliento. No había comunicación alguna. Las radios no funcionaban.
Quisimos averiguar de cuánto había sido la intensidad del sismo. El instituto Geofísico que normalmente suele informar al instante, pero esta vez había mutis. Algo pasaba. Pareciera que previamente tenían informar al Presidente de la República, Dr, Alan García Pérez para que personalmente de la noticia al mundo. El resto ya es historia conocida.
Hoy estamos a cinco años del trágico hecho y seguimos igual. Nada ha cambiado, sólo el “modus vivendi” de las autoridades de ese entonces que hoy disfrutan de todo lo cogido, salvo mejor opinón de los damnificados

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